Después de un mes dando tumbos por Francia inmersos en una jungla de papeleo, burocracia y empleados ineficientes (pero muy ineficientes) hace unos días que por fin va tomando rumbo el asunto.
Ya hemos conseguido casa (preciosa, por cierto) y contra todo pronóstico conseguimos instalarnos en tres días justo a tiempo para la cena de nochebuena. Compramos leña para la chimenea, desempaquetamos un millón y medio de cajas y hasta nos dio tiempo de escribir a Papa Noel y de montar un árbol gigante.
Todo esto mientras Montauban, nuestra ciudad de residencia a partir de ahora se vestía de Navidad. Quisimos que nuestra primera Navidad fuera de nuestra isla fuera especial, así que nos lanzamos a descubrir todas las cosas que nos ofrecía.
Un carrusel tipo antiguo reina en la plaza central del «pueblo» rodeado por el mercadillo navideño, que aunque temporal tiene mucho encanto
Al otro lado del carrusel hay una pista de hielo al aire libre que Andrea no se pensó en probar y demostrarnos que hemos hecho bien invirtiendo en clases de patinaje.
Pudimos tirar nuestras cartas para Papá Noel en un buzon «oficial» instalado para la ocasión, así sabremos seguro que llegarán a su destino.
Y es que este año hemos sido muy buenos, así que esperamos que Papá Noel nos traiga muchas cosas. ¿no?.












