A veces en invierno cuesta hacer cosas que entretengan lo suficiente a los niños y que al mismo tiempo les deje salir de la rutina del cole entre semana.
Con nuestras excursiones completamente paradas a la espera del buen tiempo lo de ir al circo es una buena opción.
Por suerte, por aquí hay mucha afición.
Sabíamos que a Andrea le iba a encantar, que para eso lleva todo el curso yendo a un taller de circo todos los sábados y del que sale encantada.
Lo que no sabíamos es como iban a reaccionar los peques, pues era su primera vez.
Para ser sincera, hubo un poco de todo: A David le pareció demasiado largo y encontró que lo mejor del circo era las luces y los focos que se encendían y se apagaban. ¡Eso si que es magia y no que los leones salten aros de fuego!.
Marcos se implicó un poquito más, llegando a pasar pena con los trapecistas por si se caían y divirtiéndose con los payasos que, por supuesto, fueron las estrellas.





