A pesar de que más o menos todos los lugares que vamos descubriendo por aquí nos dejan con buen sabor de boca no se muy bien como definir este.
Vinimos atraídos por un folleto publicitario en el que nos enseñaban un París en miniatura realizado con maquetas hechas a mano. Hemos estado en otros sitios de miniaturas y siempre nos han parecido curiosos, así que un día que no hacía del todo malo (porque es exterior) para allá que fuimos.
Tendríamos que haber sospechado algo cuando nos lo encontramos cerrado y al llamar al tiembre nos salió una señora en zapatillas, pero ¿quién se va a pensar que unos señores que dejan un trozo de jardín a su hijo para hacer maquetas acaba conviertiéndose en el negocio familiar?. Vamos, que el Petit París eran unas maquetas que empezó un niño en el jardín de casa de sus padres y que había crecido de manera desproporcionada.
La visita no estuvo mal sino fuera porque la señora no paró de hablar de los prodigios de su hijo y por todas partes había reseñas a la historia del Petit París, que si cuando empezó, que que edad tenía, que cuanto tardó en hacer la primera maqueta,…
Pero lo espeluznante fue cuando nos llevó a una sala donde se suponía que había una reproducción de los espectáculos de Moulin Rouge.
El escenario compartía espacio con un mausoleo al creador de la obra con recortes de periódicos, dibujos de cuando era pequeño y una tele que retransmitía entrevistas en la tele y que tuvimos que tragarnos porque la señora se quedó allí a ver si nos gustaban.
Cuando acabaron las entrevistas la señora amablemente le dio a un botón y empezó el espectáculo que no era más que Barbies cabareteras girando con GI Jo y un par de Ken’s. Lo dicho, espeluznante.
(A David no le gustó nada, nada).




