Todavía estamos deshaciendo las maletas pero aquí venimos, a contaros nuestras andanzas y desventuras en Barcelona, lugar elegido para unas mini-vacaciones de primavera.
A pesar de que la ciudad catalana está solo a cinco horas de Montauban y que nuestros niños están más que acostumbrados a «hacer kilómetros» decidimos tomárnoslo con calma y hacer paradas en sitios que creíamos, merecían la pena.
Así pues, la primera parada fue Carcassonne. Ciudad medieval ultra mega hiper turística y la verdad es que nos me extraña, pues es preciosa y muy bien conservada (nos enteramos que la había restaurado en ¿el siglo XIX?).
Nuestra segunda parada fue Gruissan. Un pueblecito costero cerca de Narbonne del que nunca habíamos oído hablar pero que nos quedaba de camino y lo de ver el mar tira, tira mucho.
Era una playa preciosa en la que nos cansamos de coger conchas enormes y muy bonitas para hacer «cosas» de manualidades que aún no hemos pensado. Lástima que hacía bastante viento y Marcos no disfrutó nada ni de coger conchas, ni de la arena, ni del mar, ni de las vistas, que eran preciosas.
Por fin, al día siguiente llegamos a Barcelona y nuestra primera ruta fue el centro de la ciudad. En la Plaza Cataluña nos detuvimos un rato a matar perseguir palomas, deporte que les encantó a nuestros pequeños. Después las ramblas hasta llegar a la estatua de Colón (con sus leones) y el Maremagnum.
Nuestro día número 2 lo ocupamos en el Aquarium. Aunque los mayores ya habíamos estado hacía unos años, a los peques les sorprendió eso de ver a tantos «peix, peix, peix» juntos.
Lo mejor, como siempre es lo del tunel de cristal para pasar por debajo de los tiburones.
Nos dio tiempo también de pasarnos por el Museo de Chocolate que a Juan y a mi nos decepciono un poco, más que nada por compararlo con otro parecido que habíamos visto en belgica y que le daba mil vueltas, pero a los peques les gustó eso de ver figuras de dibujos animados hechas con CHOCOLATE.
El día nº 3 nos pasamos por el museo de los inventos y de las ideas. Todo un descubrimiento muy pensado para los niños en donde todos encontraron algo que hacer.
Álvaro se entretuvo intentando sacarnos meriendas a todos de una máquina expendedora en la que solo te daba lo que habías pedido si antes gastabas las calorías que costaba. Un exito.
Andrea participó en el concurso inventos para niños con su propia creación (un tendedero con ventiladores incorporados) y si gana le fabricarán el invento.
Y los peques se entretuvieron en poner su nombre en la pizarra que servía para diseñar los inventos.
Juan y yo vimos el museo (y además nos gustó).
El día nº 4 tocaba ir al zoo. ¡Vimos de todo! Jirafas, elefantes, hipopótamos (y además los peques aprendieron a pronunciarlo), monos de todos los tipos, osos, pingüinos, ….
Pero lo que más nos gustó fue el cochecito ¿verdad, David?.
Otro de los días nos tocó ir al Museo de Cosmo Caixa donde, a pesar de que normalmente nos gusta mucho y creímos que nos lo ibamos a pasar pipa no fue así (aunque tampoco lo pasamos mal).
El caso fue que como ibamos entre semana y en Cataluña no son vacaciones no había ninguna actividad preparada para los más pequeños y lo que normalmente hay en el museo (que es lo de siempre, parece que no cambian demasiado) son para los niños mayores.
Pero, como era entre semana nos habían llenado el museo de grupos escolares asalvajados y por civilizar que no nos dejaban ver, tocar, hacer nada. Pero en fin,…verlo lo vimos.
Y no podíamos ir a Barcelona sin hacer algo de turismo «Gaudiliano». Como no nos daba tiempo a todo y el clima decidió ponernoslo dificil nos decantamos por el parque Güell que siempre sorprende.
Nos gustó sobretodo lo de los colores y las formas originales. Yo, además encuentro lo del trencadis la mar de decorativo.
A golpe de metro vimos la Sagrada Familia por fuera (ni nos enteramos por donde se entraba) y me sorprendió lo que se ha estropeado y oscurecido desde la última vez que la vi yo cuando me llevaron de niña.
En resumen, un bonito mini-viaje en donde nos dio tiempo de hacer un montón de cosas (como siempre).
